jueves, 19 de marzo de 2009

Un texto del Taller

PASAMONTES


Parada en la esquina de la estación, resguardándome del frío y del viento, veo partir como una exhalación el moderno tren de alta velocidad que me ha depositado allí, el tren que tanto ha cambiado la vida de los habitantes de Pasamontes.
Voy caminando hacia el viejo puente ferroviario y me llaman la atención las frías y modernas construcciones de vidrio y metal, que se han ido amontonando a lo largo de su recorrido en estos últimos años en honor a San Tren, y que desentonan con las casitas blancas donde viven los gitanos de mi pueblo y que parecen hincadas en los cerros de dos de las montañas que rodean Pasamontes : Santa Ana y San Esteban.
Por fin llego al viejo puente totalmente remozado que se dibuja como una mueca en el centro de la colina como una sonrisa irónica.
En lo alto de la colina sigue inconmovible desde los años ‘80 el inerte, enorme y cubista monumento al minero, Pasamontes reivindica su origen de pueblo minero y hace unos años recuperó una antigua torrecilla de una mina para instalarla en la entrada del pueblo. Ciertos extranjeros que atraviesan el puente férreo en el AVE (tren de alta velocidad que va de Madrid a Sevilla) al ver el imponente monumento al minero se santiguan pensando que es un santo.
Al cruzar el puente, me tranquiliza comprobar que aún no han derribado todo el pueblo, que todavía quedan algunas referencias de mi infancia : las estrechas y sinuosas calles empedradas, que conducen hacia la ermita, tapizadas de casas pintadas de blanco y añil (azul manchego lo llaman también), de las que sobresalen algunas palmeras centenarias plantadas en medio de sus patios cubiertos de azulejos.
Sale a mi paso mi antiguo colegio y me invade un olor a goma de borrar, a las tortas tostadas del recreo, a caña de azúcar y a gusanos de seda.
Hace rato que está lloviendo, cosa rara en la Mancha, me veo reflejada en los charcos y no me reconozco. La niña de coletas y uniforme azul sigue vagando entre las higueras, palmeras y pinos del parque, me voy silenciosamente para no molestarla, se la ve tan feliz....

Nuria Martínez

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