lunes, 9 de abril de 2012

Otro comentario sobre "Fragmentos de una Memoria"

ANA FERNÂNDEZ, ESCRITORA ARGENTINA


Fragmentos de una Memoria.

Editorial Lumen, Buenos Aires.



Ana Fernândez ha publicado una novela que es una invitaciôn a la reflexiôn sobre et exilio. La memoria, no es sôlo lo que ha sucedido ton las emociones y los sentimientos, su manera de anclarse en la historia personal y la forma de volverse olvido de lo vivido, sino también lo guardado para darle al dolor su espejo más cercano.





EI cuerpo recuerda ton dificultad lo sucedido, de alla nace et enunciado fragmentado que se va dando en un fluir desde palabras, que buscan su acomodo, su mejor significaciôn, la variante de una acepciôn en la que parecen decir de la manera màs prôxima a lo sucedido, et cômo de un lenguaje que no se atreve a decir a boca Ilena.



El personaje protagonista da al texto una marca autobiogrâfica que es a la vez la voz que autentica los procedimientos. Se trata de una novela que no se escribiô, es lo dicho casi al borde de la asfixia «...nunca la terminé... » de la pâgina 36. Ese « nunca la terminé » se explica luego en la pâgina 38 cuando aclara «...debia recuperar los fragmentos de esa memoria... »

Recuperar

El verbo utilizado tiene la marca de lo definitivo. En et diccionario de autoridades la primera acepciôn es « volver a tomar o adquirir lo que antes se tenu ». Alguien tomô lo que teniamos, alguien nos despojô de lo habido y por eso sôlo queda un fragmento de memoria. La violencia que hay en « recuperar » nos dice que algo falta, las cosas, las personas, los rastros de la memoria. La sexta acepciôn de « recuperar » dite « volver alguien o algo a un estado de normalidad después de haber pasado por una situaciôn dificil ». Regresar a la normalidad impone, como axioma, que lo sucedido es anormal. El ultraje hecho a la Repûblica Argentina generà una anormalidad de lo vivido. «...debia recuperar los fragmentos de esa memoria... » es la teoria de la multiplicidad narrativa que leemos.



En la pâgina 93, « Pensaba que Pablo tenía una apariencia humana, pero muchas veces, ella dudaba que ésa fuera su verdadera condiciôn », la frase no deja de ser una parte del espanto de la pérdida de identidad propia a quien « vive » un exilio. El aparato Argentino de represiôn de aquellos años, recordemos et informe Sâbato, era una cosa que quitaba la humanidad, las personas perdian su cualidad decisiva para ser tratados como cosas, una especie de « matadero », alimento de la fosa comûn, o de tiburones.

Una novela del exilio

El texto recurre con afanosa intenciôn a la descripciôn sociolôgica e histôrica, no se trata sôlo del fundamento narrativo del hecho literario sino de un sentar por partida doble la significaciôn del exilio. El exilio produce una herida en la estima, en la valoraciôn del yo, en el espanto que significa la pérdida de lo « mio ». El exilio es también un engranaje lingüistico que se piensa a varias voces. Ana Fernàndez nos deja sentir la impresiôn de escribir palabras que pierden valor o que sôlo pueden recuperar su significado cuando mantienen la ilusiôn, como se da en la evocaciôn del origen mitico del tango.

« Eran otros tiempos, otras costumbres. Los años pasaban plâcidos... », se nos anuncia al comienzo de la narraciôn, a aquellos tiempos corresponde un lenguaje que se habia afianzado, que no habia sufrido la marca de lo inesperado propio a la catâstrofe. Como en augurio, Ana Fernândez cita un verso de Tunôn » Rosita de la que todos los ladrones estaban enamorados»

Ana Fernândez se guarda de caer en la trampa de lo sumamente claro « Comprender lo que sentimos es dificil, Expresarlo y que desde sus propios universos complejos, los otros lo descifren, es casi imposible » de ésta manera el texto se cierra invitândonos a la reflexiôn, a esa escritura del lector que existe en toda narraciôn literaria.

El exilio se transforma en la narraciôn en una huida de si misma y hacia 1a muerte. La abuela ha preparado, como en un final del juego, los detalles de la desesperanza y la decisiôn final. La narraciôn nos sugiere que se puede morir, una y dos veces, nos advierte sobre lo engañioso de las semejanzas y nos deja en heredad la extrema vigilancia sobre la vida en manos de militares.

De un pais al otro, lugares, olores y sensaciones se parecen, de pronto un café de Bruselas era igual o semejante a uno de Buenos Aires y esa familiaridad era la que permitia vivir en et desamparo y la huida.

Heriberto Lôpez, escritor colombiano Redacciôn Panoràmica



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