martes, 27 de enero de 2009

Algunos textos de nuestro archivo

VIAJE

M. Cristina Safranchik -1999

La pintura silenciosa se aburría pegada a la pared.
Quería moverse.
Aprovechó la ventana abierta, por donde entraba un poco de viento, para separarse lentamente del clavo que la mantenía prisionera.
Su objetivo era volar como el pájaro que ella representaba.
Lo logró.
Se desprendió de la pared y voló un instante fugaz.
Cuando la gente entró, la vieron estrellada, en pedazos, contra el piso.

*****************
FOTOGRAFÍA

M. Cristina Safranchk - 1999

Tenía cuernos en lugar de orejas, problema que le impedía escuchar.
El silencio del mundo lo envolvía como un diario viejo.
Las cuencas de los ojos estaban vacías, pozos negros, sin límites; no podía mirar.
No tenía dedos. Sólo uñas, prolongación de los huesos, uñas que desgarraban el aire queriendo atrapar las moscas que se apretujaban en su cuerpo sin carne.
Cansado de estar acostado, siempre en la misma posición, se arrastró produciendo un sonido de castañuelas y avanzó indiferente a todo lo que lo rodeaba..
Mauricio se despertó agitado. Tenía el cuerpo sumergido en un sudor frío y pegajoso. Cuando sus ojos captaron la tibia luz del alba se palpó lentamente y comenzó a reir hasta sentirse despierto.
-Una pesadilla! Sólo un mal sueño!
Y sin dejar de reir sus manos subieron lento hacia su cabeza, hasta que sus dedos chocaron con una pretuberancia en el lugar de las orejas...

***********************

RELACIÓN

M. Cristina Safranchik- 1999

La araña se reposaba en un rincón del techo. Un techo obsoleto y desvencijado para su gusto. Era invierno, mal momento para cambiar de domicilio.
No podía perder tiempo. Tenía que trabajar como el hombre que la observaba. Por un momento se sintió amenazada, él era fuerte y la miraba.
Carlos miraba el techo sin ver nada. nuevamente las voces lo atormentaban. Eran voces que hablabansin cesar. Él las escuchaba sin comprender lo que decían. Eran un murmullo subterráneo instalado en sus oídos.
La araña se movió lento. El hombre seguía fijando sus ojos enormes, envolviéndola a ella, tan diminuta. Dejó de trabajar y preparó sus defensas.
Carlos había intentado todo: médicos, psicólogos, psiquiatras. Hasta reposo en un hospital. Nada sirvió. Qué hacer? A dónde ir? Si continuaba así iba a volverse loco. Ya había perdido a Estela.
La araña descendió. Bajaba sin prisa, confundiéndose con los colores del muro.
Un temblor sacudió a Carlos, lo sacó de su inmovilidad. No podía con sus manos. Las lágrimas aparecieron en sus ojos haciéndole sentir pequeño, pequeñito. La voz que comenzó a escuchar lo apaciguaba. Entonaba una canción de cuna que lo acompañó hasta quedarse dormido.
La araña se acercó y tomando coraje clavó el veneno en la carne del hombre.
Carlos nunca más escuchó las voces.

No hay comentarios: